Un siglo de idilio con el arte efímero
En La Orotava –Islas Canarias, España- tenemos un idilio especial con el Arte Efímero. Nuestra relación de devoción, cariño y dedicación por las obras hechas con flores, brezos y la arena del volcán más importante del país tiene ya más de siglo y medio de historia. Fueron los miembros de la familia Monteverde y del Castillo, de origen noble, los que comenzaron esta singular tradición con el objetivo de darle mayor devoción a la festividad del Santísimo Corpus Christi -venida a menos en la Villa por aquella época-. Eran los años 40 del siglo XIX y los trazos de este relato se estaban empezando a escribir.
Los Monteverde crearon una singular alfombra de flores a las puertas de su casa para celebrar el paso de la Infraoctava del Corpus Christi –una festividad religiosa que se celebra el jueves siguiente al domingo de Corpus-. Lo que ellos no sabían es que su particular homenaje de fe católica supondría un antes y un después para todo el pueblo. Y es que desde entonces, las familias villeras -como se nos conoce aquí- ideamos y creamos cientos de alfombras de pétalos y vegetales con motivos religiosos, sociales y ornamentales para engalanar a la Villa en su día grande de la Octava Orotavense, hoy Infraoctava.
Ya había arte, en cada esquina de la ciudad, pero faltaba dar el gran salto hasta el corazón de La Orotava…
Casi un decalustro más tarde, en 1905, se confeccionó el primer tapiz que se ubicó en los 950 metros cuadrados que ocupa la plaza del Ayuntamiento. Fueron los jóvenes Guzmán Codesido Varela y Agustín Monteverde y Lugo los que demostraron el minucioso talento de los villeros con motivo de la visita al municipio de los marinos de los barcos de guerra españoles Carlos V y Pelayo, al mando del contraalmirante Lazaga. Esta novedosa obra estaba creada por flores naturales que, en armoniosa unión, daban vida al escudo de la Villa, curiosamente otorgado cuatro días antes por el rey Alfonso XIII.
Eso sí, no fue hasta 1919, fecha por la que ahora se conmemora el centenario de la alfombra en honor al Corpus en la plaza del Ayuntamiento de La Orotava, cuando se erigió este tapiz para celebrar este día, y para que, como símbolo de devoción y como se ha hecho desde entonces, el paso de la procesión dejara sus huellas en él. Felipe Machado y Benítez de Lugo fue su autor, convirtiéndose a partir de entonces en el gran artífice del éxito y la fama de Las Alfombras de La Orotava.
Y es que Machado se hizo famoso por sus espectaculares medallones, muy distintos a los clásicos tapices religiosos de la familia Monteverde. En la plaza, el villero no sólo utilizaba pétalos de flores sino también otros productos vegetales e incluso marinos. El suyo, era el tapiz del arroz, los garbanzos, las judías o las lentejas. Una obra de gran belleza y originalidad pero que tenía dos inconvenientes: la humedad, que solía hacer germinar los granos teniendo entonces que reponerlos, y las palomas, que obligaban a colocar tableros a modo de escudo protector.
La alfombra de la plaza ha sufrido desde entonces, un proceso de transformación en el que han tenido cabida diversos materiales y en el que, paulatinamente, han ido desapareciendo las flores que no pueden aguantar –se suelen marchitar mucho antes- todos los días de elaboración previa que requiere esta gran creación. Estan entre esos otros materiales, estaban la cal usada por Norberto Perera y por Jesús Martín Raya, en 1936 y 1946 respectivamente, o los polvos de colores de José María Perdigón y Ambrosio Díaz Afonso.
Así, finalmente, este tapiz se ha convertido en una obra de tierra de colores naturales del Teide, cuyo parque es Patrimonio de la Humanidad. Una confección efímera que no solo tiene el privilegio de ser única en el planeta sino que además, en 2007, consiguió alzarse con el record Guinness al tapiz de arena más grande del mundo.
Tras el paso de los años y con la herencia de 11 directores, en 1992, la responsabilidad de dirigir la gran alfombra del Ayuntamiento llega hasta las manos de Domingo Jorge González Expósito, licenciado en Bellas Artes. Es con él, junto con otros alfombristas de gran bagaje, con quien empieza a darse forma el grupo de artistas y amigos que hoy conformamos Artearena. Aunque la asociación se constituyó legalmente en 2015, arquitectos, aparejadores, artistas y carpinteros hemos aunado nuestros esfuerzos durante estos 27 años para decorar la plaza Corpus tras Corpus y también para conseguir que este legado no caiga en el olvido y sea conocido más allá de las fronteras villeras.
Embajadores en Estados Unidos (2006 y 2009) o en México (2007); anfitriones de visitas de presidentes del Gobierno o de rituales de monjes tibetanos (2006); mensajeros de las tradiciones en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992; o protagonistas en el I Congreso Internacional de Arte Efímero en 2006.
Los componentes de Artearena -ahora mismo alrededor de una quincena- hemos intentado aportar nuestro granito de arena, nunca mejor dicho, en la historia de estas composiciones de tierras naturales. Nuestros trabajos muestran una evolución, siempre con marcado carácter religioso y social, pero tambien en el plano artistico, para adaptarse a los nuevos tiempos. Aunque nuestras obras nacen para existir solo unas horas, nuestro anhelo es que perduren más allá del tiempo y por eso esta confección opta a convertirse en Obra Maestra del Patrimonio Intangible de la Humanidad, distinción que concede la Unesco.
Creemos que seremos mejores abriéndonos al mundo.