Jesús Martín Raya, catalogado como alfombrista de la calle, dirigió el magno tapiz de La Orotava en 1946.
Fue alfombrista de los de a pie de calle. Creación tras creación, flor tras flor y maestría tras maestría. Jesús Martín Raya, el hijo de un zapatero, llegó a convertirse en uno de los alfombristas más importantes de la Villa por su talento y dedicación. Y eso que había nacido en el seno de una familia humilde. Lo que quizás nadie sabía es que por su sangre corrían dones de artista.
Jesús Martín Raya nació en La Orotava. Hijo del músico y zapatero orotavense Víctor Martín Martín, y de la lagunera Balbina Raya, empezó a mostrar pasión por el arte desde joven. Fue alumno de la Escuela Municipal de Dibujo de José María Perdigón contando por tanto, con los mejores maestros y conocimientos para poder alzarse pronto como uno de los más importantes artistas de lo efímero de mediados del siglo XX.
Pero aunque Perdigón fue su profesor, su gran maestro sería la calle. Allí, a pie de adoquines, fue donde Martín Raya desplegó su buen hacer con los pétalos y los brezos. Una tradición que ya adornaba las calzadas del corazón de La Orotava cada Corpus Christi y que, con la participación de artistas como él, se consagraba y hacía más grande año tras año.
Su impecable trayectoria en las confecciones de las vías y avenidas villeras le valió para ser designado en 1946 como el director de la alfombra monumental de la plaza del Ayuntamiento. Un intachable trabajo que ideó y ejecutó con la ayuda de Melchor Martín González.
Maquetas
Y lo de crear obras de arte efímeras no era el único talento de Martín Raya. El villero también confeccionó junto a su hermano Victoriano y a Ambrosio Díaz Afonso, Pedro Martín, Maximino Escobar y Maximiliano Delgado González, la maqueta de la Iglesia de la Concepción que hoy en día se conserva en el Tesoro de este templo. Una obra, fruto de la camaradería entre grandes talentos, que fue exhibida por primera vez en la fiestas del año 1942.
Un ejemplo más por el que Martín Raya será recordado en su pueblo natal. Un ejemplo más de que cuando por las venas corre sangre con arte nada ni nadie puede impedir su expresión.