El destacado alfombrista Pedro Hernández Méndez, director del magno tapiz en 28 ocasiones, paseó el arte villero por el mundo
Su boina y una larga caña con una tiza al filo le acompañaban allí por donde iba. Algo serio, pero con grandes dotes de popularidad, Pedro Hernández Méndez se ha consagrado como el alfombrista que paseó el arte villero por el mundo. Él, su sombrero, y su talento con las flores y la arena se escaparon en varias ocasiones hasta Inglaterra, Holanda o Madrid. Gracias al entusiasmo que provocó con sus viajes, Europa quedó encandilada con esas obras efímeras que se confeccionaban con grandes dosis de minuciosidad y creatividad en medio de una isla del Atlántico. Desde entonces, La Orotava mantiene una deuda con uno de sus hijos más destacados. También desde entonces, el magno tapiz de la plaza del Ayuntamiento le debe gran parte de su legado.
Hernández nació en la Villa en 1915. Además de amor por las alfombras, el isleño tuvo gran inquietud por el deporte, especialmente por el fútbol, pasión que le llevó a convertirse en presidente de la Unión Deportiva Orotava. Como buen enamorado de las artes, Pedro dedicó gran parte de su vida al folklore, fundando y organizado los festivales de Coros y Danzas donde participaban rondallas femeninas llegadas hasta el corazón del municipio desde toda la geografía española.
Ya era popular en el pueblo pero aún le quedaba realizar sus hazañas más recordadas…
Empieza su dirección
Fue en la década de los 40 -en concreto en 1945- cuando el alfombrista, que ya había superado la treintena, agarra su caña, su tiza, y su boina y empieza a dirigir al grupo de artistas que creaba la alfombra de tierra más grande del mundo, la de la majestuosa plaza de la Casa Consistorial orotavense. Líneas, trazos y dibujos que se repitieron hasta en 28 ocasiones. Y es que en 1945, 1948, 1949, y de 1951 hasta 1976, las obras de Hernández se convirtieron en protagonista del Corpus Christi villero, unos trabajos hechos con devoción y esfuerzo a parte iguales.
Su arte tenía un talismán especial, un don que le hacía desbordar la plaza de curiosos visitantes y fieles vecinos en busca de su buen hacer. Su fe católica se plasmaba en los cuadros que creaba, siempre con imágenes religiosas -a diferencia de otros autores como Felipe Machado y Benítez de Lugo– . De sus años de dedicación nació una cantera de alfombristas que en las generaciones venideras, siguiendo los viejos trucos de antaño -los que Don Pedro mostraba en la plaza-, han logrado mantener esta tradición en lo más alto.
“No te empeñes en que permanezca lo que por ser ya perfecto debe morir”
Desde hace dos años, el Ayuntamiento de la Villa custodia el fondo documental del alfombrista. Este regalo para la historia de la ciudad incluye toda su producción artística desde 1948 hasta 1976 así como un documental, donde se recogen los permisos para el traslado de tierras a ferias internacionales como Londres o Rotterdam; los bocetos realizados para el gran tapiz de la plaza, y material cinematográfico (con grabaciones de la confección de alfombras en Valladolid, Londres y Holanda). Fue su propia familia la que decidió que la vida y obra de Hernández estuviera en la Casa Consistorial. Y es que ellos tienen claro que este legado pertenece, más que a nadie, a su pueblo.