La virgen de Candelaria protagonizó el magno tapiz de arena de 1992, el primero de una nueva era
Había escuchado los comentarios: «En La Orotava se está haciendo una alfombra de arena con la figura de la virgen de Candelaria». No se lo pensó. A pesar de la distancia y de las limitaciones físicas. A pesar de los kilómetros en guagua desde el otro punto de la Isla. Llegó. Una imponente Morenita hecha con tierras la aguardaba en el centro de la adoquinada plaza villera. La vio y se arrodilló. Una lágrima comenzó entonces a brotar por su mejilla mientras casi en un susurro le empezó a rezar.
Era 1992, y ese momento lo compensó todo. Los alfombristas que ese año habían confeccionado el magno tapiz para el Corpus Christi habían realizado la obra a contrarreloj y con más cambios que nunca. La dirección, y por tanto el estilo, de la alfombra había dado un vuelco de 360 grados. Todo se olvidó. El sentimiento de una sola persona hacia la Patrona de Canarias les demostró que había valido la pena.
Y es que Domingo Jorge González -el actual director- tomó la batuta del tapiz apenas unos meses antes del gran día. Fue en marzo cuando el Licenciado en Bellas Artes se comprometió a realizar uno de su sueños: Dirigir una obra única en el mundo. Un equipo de 12 personas, algunos ya con experiencia y otros con la ilusión de estrenarse, se sumaron a su aventura. Había carencias, prisas y problemas. Pero había también, talento, ganas y, por encima de todo, amor a una tradición.
Se tuvo que empezar prácticamente de cero. González comenzó a hacer el boceto definitivo del tapiz en Semana Santa. «Recuerdo que estaba de viaje con mis alumnos y a la vez terminaba el diseño», rememora el director. Tras hablar con el párroco sobre los temas religiosos de ese año, la idea apareció. La Morenita sería la protagonista. A su lado, el Hermano Pedro y el Padre Anchieta le acompañarían.
Una nueva línea
El nuevo director tenía una idea clara: Romper con lo clásico pero sin ser brusco. Por eso, las imágenes de los tapices laterales -las de los dos santos- fueron cuadros modernistas que los alfombristas adaptaron al arte de las tierras. El resultado: Una alfombra que tocó la fibra de todos los isleños.
Así lo sintieron ellos mismos. «El cambió se notó», asegura González. El artista se había tirado a la piscina. Se aventuró con una línea nueva, también con el reloj pisándole los talones. Pero las cosas, como casi siempre ocurre cuando hay magia en unas manos, salieron bien. Y aunque las criticas les acompañaron, tampoco les importaban ya. La imagen de una señora arrodillada frente a La Morenita les había dado todo.