La alfombra del Corpus Christi de 2010 trajo decenas de mariposas, reales y de arena, hasta el corazón de la Villa
Mariposas. Las de verdad, las que aletean alrededor de las flores, y las de arena, creadas por los magos de las alfombras. Era 2010 y el magno tapiz del Corpus Christi villero vivió momentos mágicos. Ese año, la obra de tierra estaba protagonizada por 18 mariposas diferentes entre ellas la monarca, el insecto que realiza la migración más larga del mundo. Y ese año quisieron volar también alrededor de la creación…
Fue un hecho que sorprendió a todos. «Nunca habíamos visto a tantas mariposas aleteando a nuestro lado», asegura el director del tapiz, Domingo Jorge González. Casualidades o no, ese 2010 las mariposas hipnotizaron a artistas y asistentes a partes iguales. A los primeros, por su inesperado revoloteo, a los segundos, por su presencia en esta tradición efímera.
Las mariposas supusieron otra forma de traer la sorpresa y la innovación hasta la plaza adoquinada de La Orotava. Había nocturnas, migrantes, asiáticas, y, por su puesto, canarias, como la mariposa de La Esperanza. Con entre dos y 4,5 metros cada una, robaban la miradas imitando un vuelo sobre las flores creadas en las cenefas.
Su aparición además, estaba cargada de simbología. Eran 18, igual que el número de tapices que hasta entonces había creado el actual equipo de ArteArena. Y también suponían guiños a San Antonio de Texas, lugar fundado por familias canarias y en el que ha estado la alfombra villera; a México, donde estas mariposas son reserva de la Biosfera; y a Huamanthla, visitado también por los tapices villeros.
Dalí y la alfombra
Aunque las mariposas eclipsaron buena parte de la obra, lo que escondía su interior también era un auténtico tesoro. Tres cuadros de Dalí traídos hasta la Villa en una única confección: la del tapiz central. La última cena, Cruz nuclear y La Cesta de pan dieron vida a la composición más importante de la alfombra.
Como si la naturaleza quisiera imponerse ese año, con las mariposas llegó también la lluvia. El sereno quiso empañar el Corpus y borrar la magia hecha con la arena en la plaza villera. Pero no pudo. El impulso del vuelo de unas mariposas motivó a los artistas a trabaja aún más duro, y a los visitantes a no apartar la vista de su creación.