El magno tapiz de 1996 cambió, por primera vez en la historia, las cenefas de flores por peces
Todos distintos. Amarillos, rojos, verdes o azules. Más grandes o más pequeños. Hasta un total de 46. Fue en 1996 y la alfombra de arena más grande del mundo se llenó de ellos. El gran tapiz de la plaza villera cambió, por primera en la historia, las cenefas de flores por los peces. Y lo hizo con una metáfora de las dos partes que componen el planeta: la tierra y el mar. Una nueva visión del mundo y también de crear esta obra efímera que cambiaría el devenir.
La innovación llegó. Hasta entonces, las cenefas que cubren la composición de tierra del corazón de La Orotava estaban compuestas por adornos florales. Ese año hubo dos: una blanca y verde con flores, en representación de la tierra; y una azul llena de peces, en honor al mar. Dos creaciones que se entrelazaban entre sí con figuras imposibles creando ritmo y movimiento, y un boceto para el recuerdo.
Y es que a partir de entonces, la tradición villera se abrió a descubrir nuevas formas, nuevos elementos, nuevos colores … y también, nuevos materiales. Como las cañas que se emplearon en el fondo marrón del tapiz creando decenas de dibujos, dando pasos así al futuro con guiños al pasado…
Los tapices
Tres palabras. La comunión, la misión y la renovación. Ese fue el tema eclesiástico que inspiró la confección de los tres tapices de la alfombra de 1996. Tres escenas del pasado que bien podrían representar el presente. A la izquierda, un pasaje religioso: Jesús y la mujer samaritana en el pozo; en el centro , la comunión; y a la derecha, un tema social, la pobreza.
El de 1996 fue un tapiz innovador en las formas y en el mensaje. Una creación llena de peces que buscaba que cada persona reflexionara sobre su propia visión del mundo para así, buscar soluciones entre todos.