José González Alonso, décimo director del magno tapiz, ha sido uno de los mejores alfombristas que han pasado por la plaza del Ayuntamiento villero
José González Alonso, Don José o Pepe. El nombre es lo de menos. Y es que bien se le podría denominar como el catedrático de las alfombras. Ese virtuoso que nació ya siendo alfombrista y artista y que no se cansó de demostrar su talento año tras año. Fue un innovador de la técnica, un maestro de las transparencias, un mentor de las confecciones efímeras… Fue ese virtuoso del arte que creaba en familia.
Nació en La Orotava en 1925 y siempre tuvo claro que lo suyo era eso de ser artista. Escultor, delineante, alfombrista, decorador… José González Alonso continuó el legado de Pedro Hérnandez Méndez. Siempre con la manos, sin ninguna tecnología de por medio, Pepe asumió la dirección y la elaboración del gran tapiz de la plaza del Ayuntamiento tras el fallecimiento de su maestro. Era 1977 y la Villa había comenzado a ser testigo de las confecciones de uno de los grandes.
Transparencias
Eran su gran maestría. Las realizaba como ninguno otro. La luz, los velos, las sombras… Sus transparencias eran complejas y bellas. Nadie ha sabido hacerlas como él. Su sello lo dejaba en los rostros bíblicos, en los pasajes religioso,s o en las panorámicas surrealistas. Una innovadora técnica le acompañaba en cada grano de arena. Y es que José González fue también director de la Academia Municipal de Dibujo.
Fueron precisamente sus alumnos los que le ayudaron a confeccionar la alfombra de arena por primera vez en solitario en 1977. No obstante, desde 1980 la elaboró únicamente con sus hijos. Durante sus 12 años al frente del monumental tapiz, José González siguió siempre los mismos pasos. Previamente consultaba al párroco si había alguna conmemoración religiosa que le gustaría plasmar, y si no buscaba el mismo los temas religiosos leyendo la biblia y dibujando luego la idea hasta estar conforme con ella.
No es de extrañar que se lo considere como uno de los mejores alfombristas que han pasado por el corazón villero. Su quehacer fue talentoso, sacrificado y admirado. Su regalo en forma de obras de arena a su pueblo fue y será aplaudido por siempre.
Colabora: Historiador José Manuel Rodríguez Maza