Rodolfo Rinaldo, destacado artista andaluz, confeccionó el magno tapiz de 1931 convirtiéndose en el tercer director de la historia de esta tradición
No nació en la Isla pero se la ganó con su arte. Pintor, restaurador, escenógrafo, decorador… el sevillano Rodolfo Rinaldi llegó a Tenerife siendo aún un joven. Su buen hacer con los pinceles le hizo popular muy pronto y el artista comenzó a desplegar su talento por toda la geografía tinerfeña. Le llegó así la oportunidad de «pintar» una obra muy diferente. La que se realiza con flores y arena en el corazón de la Villa cada Corpus Christi. Ya había expuesto en las mejores salas de la Isla pero fue entonces cuando creó su obra maestra.
De padre italiano y madre andaluza, Rinaldi nació en Sevilla a finales del siglo XIX. Tras su llegada a la Isla, se hizo pintor, decorador y escenógrafo, participando incluso en la primera película realizada en Tenerife: El ladrón de los guantes blancos.
En 1931, el Ayuntamiento de La Orotava le encomienda no sólo el programa de las fiestas y la cabalgata, sino la confección de la monumental alfombra de la plaza, el encargo más preciado para un artista. Rinaldi siguió así la herencia de Manuel Fernánde Padrón -quien confeccionó el magno tapiz en 1930- y tomó la batuta, haciéndose cargo de la obra efímera más grande del mundo.
En los años 20 y 30 Rinaldi, calificado por la prensa tinerfeña como un psicólogo de la muchedumbre, trabajó intensamente como decorador. Fueron años de mucho arte, en los que el sevillano participó asiduamente en distintas celebraciones de la Isla, como las fiestas de Mayo de Santa Cruz, las del Cristo de La Laguna, y, por supuesto, en las de la Octava del Corpus Christi de La Orotava.
Tras su paso por la maestría de las flores y la arena, Rindaldi volvió a su faceta de pintor, exponiendo en las mejores salas de Tenerife como el Círculo de la Amistad XII de Enero. Pero aún tenía talento para más. La prensa de la época señala entre sus grandes cualidades artísticas la de restaurador, debiéndose a sus pinceles el haber salvado pinturas que de otro modo se hubiesen perdido para siempre.
Dio vida a lo que estaba casi muerto y creó arte en cada esquina de la Isla. Rinaldi será recordado por pintar, decorar y restaurar por todo Tenerife. Toda una demostración de genio que llegó también hasta el corazón de La Orotava. Era 1931 y un sevillano se había ganado el cariño de todo un pueblo.
Colabora: Historiador José Manuel Rodríguez Maza