La figura del pequeño pidiendo ayuda, hecha con arena del Parque Nacional del Teide, acaparó todas las miradas y elogios de la alfombra del Corpus Christi de 2019
Un enorme tapiz hecho de la arena del volcán más importante del país. En medio, un niño. Sus ojos parecían hablar. Su mano quería rozarte. Su expresión te rompía el corazón. Un palabra empezaba a rondar entonces por la cabeza de todo el que lo presenciaba: Solidaridad. Un mensaje se comenzaba a escuchar en medio de una plaza adoquinada: «Tenemos que hacer algo».
El niño de la impresionante alfombra del Corpus Christi de La Orotava de este 2019 traspasó fronteras -físicas y emocionales- como nunca antes otra figura lo había hecho. Su tono de piel, su mirada, sus dimensiones, su ropa… todo estaba ideado para que su aparición removiera consciencias. Y lo consiguió. Fue el resultado de un minucioso trabajo que comenzó muchos meses atrás…
En la mente de Domingo Jorge González, el director del tapiz, rondaba la idea de confeccionar una alfombra con grandes dosis de sensibilidad. Comenzó así una búsqueda incesante de rostros, personas y figuras que erizaran la piel. Entre fotografías de gente sin techo, niños del continente olvidado, y refugiados, lo vio. «Te miraba a los ojos sin filtros y tendía su pequeña mano pidiendo ayuda». Ya lo tenía.
De inmediato supo que esa imagen se convertiría en la protagonista de la obra de arena. Jugar con la perspectiva de la figura, sacar su mano fuera del tapiz, ubicarla en un primer plano o confeccionarla en blanco y negro, fueron las técnicas que ayudarían a lograr lo que una mirada ya había hecho: Perforar almas.
El resto fue cosa de Ezequiel de León, el responsable del tapiz central. Con más de 30 años de experiencia a sus espaldas, el alfombrista reconoció desde el primer instante la fuerza de esa imagen. «Me pareció una idea fantástica», recuerda. Por si le quedaban dudas, su hija Alejandra, lo vaticinó. «Quiero ver la mirada de ese niño», dijo en la presentación del diseño. Y su padre siguió sus consejos…
Con la meticulosidad de quien lleva un perfeccionista dentro, De León dedicó una semana entera a darle vida al niño. 11 horas diarias, los siete días de la semana, para que unos simples trazos de tiza se convirtieran en uno de los rostros más alabados de esta tradición villera. El artista midió cada milímetro hasta conseguir el máximo detalle posible. El resultado: Un personaje tan real que parecía cobrar vida.
Los secretos
Además de sacar la mano del tapiz para conseguir más impacto, lograr que su mirada se fijará en todos los puntos, o denotar un aspectos descuidado, la confección de este pequeño tiene otros dos grandes secretos. El primero: El color. «Está hecho en tonos grisalla ya que quería que se asemejara al color de la muerte». Un mensaje más escondido entre la arena. El segundo, tiene que ver con la familia. Tanto la mano como el pie de la figura son, en realidad, del nieto de Ezequiel, Hugo. Aunque costó adaptarlo, el objetivo no era otro que: «Saber que mi nieto se sentirá orgulloso en el futuro».
La repercusión
Los imprevistos, como las huellas de los lagartos, los ciempiés y la lluvia, no hicieron grandes estragos. De León está acostumbrado a batallar contra cualquier impedimento. También a recibir buenos comentarios, aunque nunca como este año. «El niño voló solo», sentencia su autor. Aunque más que solo, voló gracias a las manos de su «padre».