David García es uno de los miembros de ArteArena con más experiencia en el arte de hacer obras efímeras pero su ilusión por esta tradición se mantiene tan intacta como el primer día
Experiencia y mucha destreza a su espalda. Y es que 30 años dan para mucho. Por eso, el alfombrista David García atesora en sus manos décadas de dedicación y buen hacer en la alfombra de arena más grande del mundo. Es uno de los veteranos, uno de los que nunca falla, uno de los que no deja de tener la ilusión de un niño en su primer día.
Empezó en la Academia de Dibujo del Ayuntamiento de La Orotava. García, como buen tallista de madera, necesitaba aprender las mejores técnicas del lápiz o el carboncillo para su oficio. Fue allí donde le propusieron trabajar en el magno tapiz de la Villa. Su maestro fue Pedro Méndez, de él heredó su sabiduría al frente de una alfombra. Y también, su pasión por las obras efímeras.
Sus años en el cuartel lo alejaron de la tradición villera. Pero fue por poco tiempo. Cuando García regresó a su tierra natal, también volvió a las creaciones de arena. «Esto se hace por amor», suele contestar a quienes le preguntan por su idilio con los tapices.
Un orgullo
Cada año, una aventura diferente. Así define García lo que cada 365 días ocurre con la alfombra de tierra del Parque Nacional del Teide. Para él, no es una pena que la obra muera en un solo día. Todo lo contrario. Ese es su orgullo. Y es que cuando el Santísimo deja sus huellas en la alfombra, el mundo se detiene. Dos meses de trabajo que tienen su broche final en ese preciso instante.
García es de los que se pega todo el día perfeccionando su trabajo en el magno tapiz. Dentro del cometido de cada uno, a este artista le «toca» dar vida a las flores. Es su punto fuerte. «Una tarea tan importante como la de confeccionar cualquier otra cosa», contesta con humildad. Para ello, lo primero que hace una vez le han encargado su diseño, es dibujarlo el mismo. «Cada artista tiene sus secretos», confiesa.
Poco a poco, y día tras día, la alfombra empieza a tomar forma. Al igual que lo que ocurre con el tapiz, que día a día crece, García sostiene que el futuro de esta tradición seguirá sus mismo pasos. Es optimista. «Las nuevas generaciones continuarán nuestro legado», afirma. Lo que está claro es que con maestros como él nunca faltará el aprendizaje.