La alfombra para el Corpus Christi de 2002 sorprendió a todo el mundo al incluir, por primera vez, un obra en vertical que parecía elevarse
“Algún truco debe de tener”. “Voy a bajar a ver de qué manera está levantado”. “¿Cómo habrán conseguido elevarlo? Esto era lo que se escuchaba en la plaza del Ayuntamiento de La Orotava hace ya 17 años. Era 2002 y muchos de los alfombristas que hoy conforman nuestra asociación habían hecho historia. Por primera vez, el magno tapiz confeccionado para el Corpus Christi de la Villa incluía un cuadro en vertical. El resultado fue como si se hubiera hecho magia ante los ojos de los visitantes: la sensación de que esa imagen del Hermano Pedro estaba, literalmente, de pie.
Como todo gran mago, los artistas de arena de La Orotava teníamos guardado a buen recaudo nuestro truco. Un juego de perspectivas y ángulos solo apto para el buen hacer de los alfombristas con más conocimientos. Fueron nuestro director, Domingo Jorge González, y nuestro presidente, Miguel Ángel García, los que decidieron que ese 2002, con motivo de la conmemoración de los 500 años de la fundación de la Villa de La Orotava, era la ocasión perfecta para dejar con la boca abierta a vecinos y turistas.
Esa era la premisa: hacer algo que nunca se hubiera hecho…
Con esa idea rondando por la cabeza, el boceto empezó a idearse. Cumplir cinco siglos de historia era una celebración más que suficiente para hacer un regalo a quien verdaderamente era el culpable: el pueblo. De ahí que, ese 2002, la alfombra de tierra más grande del mundo se convirtiera en un diploma de la época. Incluía las cenefas que se usaban en los títulos de entonces, dos planos del primer trazado de la ciudad y hasta incluso, los dragones del escudo de la Villa. Era el presente perfecto que el municipio le quería entregar a sus residentes, era el obsequio que los alfombristas deseábamos hacer a nuestro hogar.
Pero el protagonista estaba justo en el centro. Ese cuadro en vertical, que representaba al Hermano Pedro de Bethencourt en primer plano -canonizado como el primer santo de Canarias ese mismo año- y a Jesús de Nazareth en una faena de pesca, tenía horas y horas de trabajo detrás. Calculadora en mano y destrezas en la mente, nuestros compañeros tiraron de conocimientos para trazar líneas -más cortas y alargadas que las necesarias para crear un obra con un ángulo normal- que dieran lugar a una alfombra en pie. El resultado fue una anamorfosis, es decir, una pintura que, aunque está deformada, recupera su imagen al mirarla desde un determinado ángulo. Y ese punto era el balcón de la Casa Consistorial…
Desde allí, precisamente, una pareja protagonizó la anécdota de esa edición. Algunos de los artistas escucharon como estos visitantes hablaban entre ellos. “Tu quédate aquí, que yo bajo a ver cómo han conseguido levantarlo”, le decía uno a otro. Una sonrisa de oreja a oreja iluminó entonces la cara de los artífice. No se atrevieron a decir nada, no querían romper la magia, pero todo nuestro esfuerzo había merecido la pena.
Había que hilar muy fino para conseguirlo. Pruebas y más pruebas; comprobaciones a ordenador y a simple vista de ojo. Pero el trabajo -mitad humano, mitad de máquinas- había dado sus frutos. Y eso que ese 2002, la lluvia quiso aguar la fiesta. Pero ni las inclemencias meteorológicas pudieron impedir que ese año, el magno tapiz se elevará como nunca. Un diseño casi sostenido en el aire que siempre volarápor el recuerdo de quienes lo disfrutaron.