Los alfombristas más jóvenes llevan en la sangre la creación de la alfombra de arena más grande del mundo.
Son jóvenes pero por su sangre corre un arte especial, el de crear alfombras de arena y enorgullecer a un pueblo entero cada Corpus Christi. Los alfombristas más noveles de La Orotava trabajan cada mes de junio en el enorme tapiz de la plaza del Ayuntamiento con ilusión, nervios, y muchas ganas. Para ellos es un privilegio crecer entre esos adoquines y aprender junto «a los grandes» año tras año, sobre todo en un vuelta por todo lo alto como la de este 2022.
Así lo asegura Jorge Camejo, el alfombrista más joven de la asociación. «Por fin podemos hacer una alfombra grande tras dos años de pandemia», afirma. «Estar aquí es algo que no se puede explicar con palabras, es muy bonito y todos son unos grandes artistas», añade Camejo. El villero es de esos jóvenes que siempre ha pasado por fuera de la plaza deseando estar dentro. «Desde que era muy pequeño me gustaba y he logrado ir metiéndome poco a poco», recuerda. De momento, sus labores consisten en hacer un poco de todo, desde pegar cañas hasta trazar líneas pero reconoce que tienes ganas «de empezar con la arena».
Y es que si algo tienen en común las nuevas generaciones de alfombristas es que han estado ligados con esta tradición desde su nacimiento. «No tengo recuerdos de no estar aquí, en esta plaza», afirma Alejando González, quien se crio entre cuencos de arena. Ahora tiene 18 años, pero desde los 8 colabora en la confección de la alfombra de arena más grande del mundo. «Es un sentimiento muy bonito, al fin y al cabo participo en algo que a la gente le emociona. Es un orgullo que te feliciten en la calle», destaca González. Este alfombrista señala que la de este año «va a ser una de las mejores alfombras». «Tras dos años extraños volvemos a hacer un tapiz como los de siempre y con referencias a La Palma, San Isidro, Ucrania o el Medioambiente que creo que van a gustar mucho», concluye.
A su lado está Vicente Camejo, otro de los alfombristas más jóvenes de la plaza. «Mi padre trabajaba en el Ayuntamiento y por las tardes venía a ver cómo hacían la alfombra», rememora el joven. «Luego me apunté a dibujo y en seguida quise entrar en la plaza», añade. El orotavense, de 19 años, explica que el día de antes del Corpus es el más emocionante. «El momento más especial es cuando te sientas en las escaleras después de terminar la alfombra y respiras aliviado. Es ahí cuando miras la obra de arte y sientes que todas esas tardes de esfuerzo han valido la pena», reconoce.
Jorge, Alejandro y Vicente saben que el futuro de la tradición de hacer arte con arena está en sus manos. Y no piensan dejar pasar un privilegio así. «La gente valora nuestro trabajo y eso nos hace feliz», concluye Camejo.