La alfombra de 2016 se llenó de compasión por el sufrimiento ajeno y de ayuda al prójimo, en una obra donde los problemas sociales tomaron el mando
Lo dijo bien alto. Lo dejó bien claro: Misericordia para todos. Fue una alfombra de arena y desde La Orotava llevó un mensaje de solidaridad a todo el mundo. Era 2016 y el hijo pródigo «regresó» a la Villa en una obra efímera que convirtió a los temas sociales en los héroes del tapiz. Ese año, tenían el rostro de la misionera congoleña Angélique Namaika y del papa Francisco y su abrazo a los refugiados. Ese año, tenían un sentimiento que trasmitir. Y no fallaron.
La alfombra estaba pensada como un puzzle abierto, entre dos circunferencias, que tiene algo que contar en el centro. Un mensaje justo en medio del tapiz que quedaba patente porque se repetía una y otra vez, hasta decenas de veces. Misericordia. En este centro, la parte clásica del tapiz, se representaba El regreso del hijo pródigo, obra del pintor español Bartolomé Esteban Murillo. En este centro, estaba la imagen de la ayuda. En los laterales, quienes esperan recibirla.
Así, en la parte izquierda de la obra, aparecía en forma de arena la misionera Angélique Namaika, premio a la fraternidad 2013, enseñando la búsqueda de la igualdad. Junto a ella, en un tapiz vertical, la mano de una niña aferrada a una valla y el sentimiento de superación y discriminación impreso entre sus dedos.
A la derecha, una escena anónima de refugiados, y en el estrecho tapiz vertical el Papa Francisco abriendo la Puerta de “La Misericordia” de Santa María La Mayor. Todo un ejemplo de actuación frente a un problema social tan desgarrador como es el no tener hogar. Un gesto también, para invitar a todos los ojos que observaran la obra a buscar soluciones.
La técnica
Aunque los sentimientos ganaron esta vez la batalla a la técnica, no hubiera sido posible mover conciencias sin la maestría técnica adecuada . En este caso, se utilizaron las circunferencias abiertas para dar esa impresión de mensaje oculto y se realizó también, por primera vez, un difuminado en un tapiz tal cual aparecería en la fotografía original. Colores africanos y un infinito escondido en la arena completaban la parte más metódica de la alfombra.
Eso si, aunque las líneas, las formas y las figuras estuvieran hechas con enormes dosis de talento y habilidad, la gran proeza fue trasmitir un mensaje con tierras. Y no quedó duda que ese 2016, todo aquel que se acercó a la plaza del Ayuntamiento villero salió con este run run en su cabeza: Todos somos capaces de actuar.