La inmigración, el bien y el mal, la violencia de género, o la pobreza, se han convertido en obras de arena para lanzar un mensaje a la sociedad
1. La inmigración
El magno tapiz de 2007 deslumbró por ser el primero con un marcado carácter social. Y lo consiguió con una realidad tan cercana como cruda: la inmigración. La obra de arena de ese año mostró el rostro del drama. Del que se encuentra perdido, con el futuro pintado de incertidumbre y el pasado anclado en el dolor. Pero también, el rostro de la esperanza. De la manos ávidas de mancharse en el campo, de las sonrisas de quien confía en que, aún, no está todo perdido. Y es que desde una Isla de emigrantes se quiso tender una mano hacia aquellos que huyen de su hogar en busca de una tierra con promesas de futuro.
2. El bien y el mal
La alfombra de 2006, la más personal e innovadora de todas, enseñó a todo el planeta el bien y el mal a través de los siete pecados capitales y sus siete virtudes. El resultado: un tapiz con 20 figuras, en sus respectivas 20 circunferencias, unidas entre sí, donde la gula, la envidia, la generosidad o la humildad, se mostraban al mundo con una desbordante creatividad. Dos líneas, una roja y otra verde, separaban la parte inferior, el mal, de la superior, el bien. Todo un guiño en forma de obra de arena a las dos dualidades del comportamiento humano.
3. La violencia de género
La alfombra para celebrar el Corpus Christi de La Orotava de 2018 fue un tapiz con mucha carga social en el que se denunciaba, entre otras cosas, la violencia machista. «Basta ya… dejad la violencia» es la frase bíblica que acompañaba al rostro de arena de una mujer con una lágrima brotando por su mejilla. Más abajo, otra mujer amordazada y herida. Una estampa de arena que erizó la piel de todos los asistentes.
4. La pobreza
Refugiados, inmigrantes o indigentes, todos ellos protagonistas de las tragedias sociales que envuelven nuestros días, cobraron fuerza en un primer plano del último magno tapiz, el de 2019. Pero si hubo un rostro que robó todas las miradas fue el de la pobreza reflejada en la cara de un niño. Sus ojos parecían hablar. Su mano quería rozarte. Su expresión te rompía el corazón. Un palabra rondaba por la cabeza de todo el que lo presenciaba: Solidaridad. El mensaje estaba claro: «Tenemos que hacer algo».